lunes, 1 de febrero de 2010

LA NATURALEZA REAL DE LA MUERTE - en you tube -


CUARTA PARTE
LA MUERTE NO EXISTE
CAPITULO XXI

LA NATURALEZA REAL DE LA MUERTE
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Entre todas las incertidumbres que constituyen la característica de este mundo, existe una sola cosa segura y cierta: la Muerte. En un día u otro, después de una vida larga o corta, llega a su término esta faz material de nuestra existencia, que en realidad no es más que el nacimiento en un nuevo mundo, de la misma manera que lo que llamamos nacimiento es, según las hermosas palabras de Wordsworth, un olvido del pasado.
El nacimiento y la muerte pueden ser considerados, por lo tanto, como el traspaso de la actividad humana de un mundo a otro, y sólo depende de nuestra posición el que podamos llamar a ese cambio nacimiento o muerte. Si entra en el mundo en que estamos viviendo, lo llamamos nacimiento, y si deja el plano de nuestra existencia para entrar en otro, entonces lo denominamos muerte. Para el individuo mismo, sin embargo, la muerte o el paso de un mundo a otro no es más que un cambio de residencia de una ciudad a otra; sigue viviendo sin cambiar: sólo cambian su medio circundante y su estado.
El paso de un mundo a otro, por lo general, suele ocurrir más o menos inconscientemente, como un sueño, según lo dice Wordsworth, y por esa razón nuestra conciencia puede quedar fija en el mundo que hemos abandonado. Durante la infancia el Cielo está en torno de nosotros, en puridad de verdad; los niños son todos clarividentes durante un período de tiempo más o menos largo, después del nacimiento, y todo el que muere sigue contemplando el Mundo Material por algún tiempo más. Si morimos mientras nos encontramos en la plenitud de nuestro vigor físico, con fuertes vínculos familiares, amistades u otros intereses, entonces el Mundo Físico continuará atrayendo nuestra atención durante muchísimo más tiempo que lo que ocurriría si la muerte se produjera en la ancianidad, cuando se han roto ya todos los vínculos terrenales, antes que sobrevenga ese cambio que denominamos muerte. Esto se basa en el mismo principio en que una simiente se adhiere fuertemente a la fruta verde, mientras que se desprende fácilmente de la fruta madura. Por consiguiente, es más fácil morir a una edad avanzada que en plena juventud.
La inconsciencia por la que pasa el espíritu que llega al nacer o la del alma que se va al morir, se debe a nuestra incapacidad para ajustar el foco instantáneamente, y es similar a la dificultad que experimentamos al pasar de una habitación oscura a la plena luz del exterior en un día asoleado, o viceversa. En estas condiciones, siempre pasa algún tiempo antes que podamos distinguir los objetos que nos rodean. Y así pasa también con el recién nacido o el recién muerto. Ambos tienen que reajustar su punto de vista a su nuevo estado.
Cuando llega el momento que determina el completamiento de la vida en el Mundo Físico, la utilidad de cuerpo denso ha terminado y el Ego se retira de él por la cabeza, llevándose consigo la mente y el cuerpo de deseos, como lo hace todas las noches durante el sueño. Pero ahora el cuerpo vital ya no tiene utilidad, así que también es retirado, y una vez que el cordón plateado que une los vehículos superiores a los inferiores se rompe, ya no puede ser más reparado.
Recordaremos que el cuerpo vital está compuesto por éter superimpuesto sobre los cuerpos densos de las plantas, los animales y el ser humano, durante la vida. El éter es una substancia física, y tiene peso, por lo tanto. La única razón por la que los científicos no lo han podido pesar es porque no tienen medios para reunir cierta cantidad y ponerlo en una balanza. Pero al producirse la muerte y salir el cuerpo etérico del físico, siempre se produce una disminución del peso, lo que demuestra que algo de lo que tenía, aunque era invisible, acaba de abandonar el cuerpo material en ese momento.
La misma ciencia oficial materialista sabe que, sea cual fuere el poder que mueve el corazón, no procede de afuera sino de adentro de dicho órgano. El ocultista puede ver una cámara en el ventrículo izquierdo, próxima al ápice, donde existe un pequeño átomo flotando en medio de un mar del éter más elevado. La energía que existe en ese átomo, como la de todos los demás átomos, es la vida indiferenciada de Dios. Sin esa energía el mineral no podría modelar la materia en cristales, ni los reinos vegetal, animal y humano podrían formar sus cuerpos. Cuanto más profundizamos las cosas, tanto más evidente resulta que en Dios vivimos nos movemos y tenemos nuestro ser.
Ese átomo es el llamado "átomo simiente". La energía encerrada en él es la que mueve el corazón y mantiene vivo el organismo. Todos los demás átomos en el resto del cuerpo tienen que vibrar sintónicamente con este átomo. Las fuerzas del átomo simiente han sido siempre inmanentes en cada uno de los cuerpos densos que haya poseído cada Ego en particular al que corresponde, y en esa tablilla están inscriptas todas las experiencias de dicho Ego en todas sus vidas. Cuando volvamos a Dios, tornaremos a ser uno con Dios nuevamente; pero ese registro o memoria subsistirá, pues es Divino, y de esa manera conservaremos nuestra individualidad. Nuestras experiencias quedarán transmutadas en facultades; el mal se transmutará en bien, y el bien en poder para un bien mayor aún; pero la memoria o registro de esas experiencias es de Dios y está en Dios, en el sentido más recóndito de la palabra.
El cordón plateado que une los vehículos superiores con los inferiores termina en el átomo simiente del corazón. Cuando la vida material llega a su término en el curso natural, las fuerzas del átomo simiente se desprenden, pasan a lo largo del nervio neumogástrico, por el lado posterior de la cabeza, abandonando el cuerpo denso junto con los vehículos superiores. Su ruptura en el corazón es lo que señala la muerte física; pero el cordón plateado no siempre se rompe enseguida, sino que algunas veces dura varios días.

del libro "Principios Ocultos de la Salud y la Curación", de Max Heindel


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