viernes, 29 de enero de 2010

El Cerebro y el Sistema Nervioso - en you tube -



El Cerebro y el Sistema Nervioso

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https://youtu.be/lJRLHsKYAZM

En la revolución Saturnina del Período Terrestre, el cuerpo denso adquirió la aptitud de desarrollar y formar un cerebro, convirtiéndolo así en vehículo para el germen de la mentalidad que se le agregaría posteriormente. Se le impartió el impulso para formar la parte frontal del cerebro. El cerebro y el sistema nervioso son la más elevada expresión del cuerpo de deseos. Ellos son los que evocan las imágenes del mundo exterior; pero, en este proceso de formar imágenes mentales, la sangre es la que aporta el material necesario para ellas. De ahí que cuando el pensamiento está en actividad la sangre fluya hacia la cabeza.
En el ser humano el cerebro es el eslabón entre el espíritu y el mundo externo. No puede conocer nada del mundo exterior sino merced al cerebro. Los órganos de los sentidos son meramente los que transmiten al cerebro los impactos recibidos del exterior y el cerebro mismo es el instrumento que los coordina e interpreta. El espíritu, ayudado por los ángeles, formó el cerebro para adquirir conocimiento del Mundo Físico. Cuando el Ego entró en posesión de sus vehículos fue necesario que usara una parte de su poder creador para la formación del cerebro y de la laringe. Los Espíritus Luciféricos son los instigadores de todas las actividades mentales, merced a la parte de energía sexual que es llevada hacia arriba para operar en el cerebro. De esta manera, la entidad en evolución logró obtener la conciencia cerebral del mundo externo a costa de la mitad de su poder creador.

Los fisiólogos han descubierto que ciertas regiones cerebrales están destinadas a actividades mentales particulares, y la frenología ha llevado esta rama de la ciencia mucho más allá. Ahora bien, se sabe que el pensamiento rompe y destruye tejidos nerviosos. Tanto éste como los demás desgastes del cuerpo son reparados por la sangre. Cuando el corazón se haya convertido finalmente en un músculo voluntario, la circulación de la sangre quedará bajo el control absoluto del unificante Espíritu de Vida, y entonces éste tendrá el poder de impedir que la sangre afluye a aquellas zonas de la mente que se dediquen a objetivos egoístas, con el resultado de que esos centros se irán atrofiando gradualmente.
El conocimiento cerebral, con su consiguiente egoísmo, fue obtenido por el ser humano al costo de poder crear por sí solo. Logró igualmente su libre albedrío al costo del dolor y de la muerte, pero una vez que el ser humano aprenda a utilizar su intelecto en beneficio de la humanidad, entonces adquirirá poder espiritual sobre la vida, y, además, será guiado por un conocimiento innato de orden muchísimo más elevado que su actual conciencia cerebral, tan superior a esta como la conciencia cerebral lo es a la que tienen los animales inferiores. En el mejor de los casos, el cerebro no es más que un instrumento para obtener conocimiento indirecto y será sobrepasado por el contacto directo con la Sabiduría de la Naturaleza, que el ser humano podrá entonces utilizar para la creación de nuevos cuerpos sin ninguna otra cooperación.
En el Periodo Lunar fue necesario reconstruir el cuerpo denso para que pudiera ser impregnado o interpenetrado por un cuerpo de deseos, a la vez que pudiera desarrollar un sistema nervioso, muscular, cartilaginoso y un esqueleto rudimentario. Esta reconstrucción fue la obra de la revolución Saturnina del Periodo Lunar.
La reconstrucción del cuerpo denso en la revolución Saturnina del Periodo Terrestre dio el primer impulso a la división incipiente del sistema nervioso, que luego ha ido adquiriendo más y más importancia en sus subdivisiones: el sistema voluntario y el simpático. Este último fue el único que se desarrolló en el Período Lunar. El sistema nervioso voluntario (que ha transformado el cuerpo físico de un simple autómata accionado por estímulos externos, hasta el instrumento extraordinariamente capaz de ser guiado y controlado por el Ego que es ahora) sólo fue agregado en el actual Periodo Terrestre.
Cuando se produjo la división entre el Sol, la Luna y la Tierra en los primeros tiempos de la Época Lemúrica, la parte más desarrollada de la humanidad naciente experimentó una división en el cuerpo de deseos, formándose como una parte superior y otra inferior. El resto de la humanidad hizo otro tanto, pero solo en la primera parte de la Época Atlánte. Esta parte superior del cuerpo de deseos se convirtió en algo así como un alma animal y construyó el sistema nervioso cerebroespinal y los músculos voluntarios, por cuyo intermedio controlaba la parte inferior del triple cuerpo, hasta que se obtuvo el eslabón de la mente.
Parte del sistema muscular involuntario es controlado por el sistema nervioso simpático.
El asiento o sede del espíritu humano está primariamente en la glándula pineal y secundariamente en el cerebro y el sistema nervioso cerebroespinal, que controla los músculos voluntarios.

del libro "Principios Ocultos para la Salud y la Curación", de Max Heindel


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