viernes, 29 de enero de 2010

Shock explosivo - en you tube -


CAPITULO V
CAUSAS ESPECÍFICAS DE LA ENFERMEDAD


Examinando a cierto número de personas en estado de salud normal, descubrimos que cada uno de los átomos prismáticos que componen los éteres interiores irradiaba líneas de fuerza que hacían girar al átomo físico en el cual se insertaban, dotándolo así a todo el cuerpo de vida. La irradiación o dirección de todas estas unidades de fuerza es hacia la periferia del cuerpo, donde constituyen lo que se ha dado en llamar "Fluido Ódico", aunque también es designado con otros nombres. Cuando la presión atmosférica exterior diminuye en las grandes altitudes, se hace presente cierta nerviosidad a causa de las fuerzas etéricas que se abalanzan de adentro hacia afuera, sin freno, y si el ser humano no pudiera contener ese flujo hacia afuera de energía solar, al menos parcialmente, por un esfuerzo de la voluntad, nadie podría vivir en esos lugares.
Ya hemos oído hablar del "shock" producido por las explosiones, y sabemos que en el campo de batalla se encontraron muchas personas muertas sin que tuvieran la mínima herida. En realidad, hemos conversado y visto personas muertas de esta manera, pero no pudimos establecer cómo se había producido la muerte. Todos ellos rechazaban la idea de que fuera el miedo, y en forma unánime afirmaban que súbitamente habían quedado inconscientes, para encontrare momentos después en la situación actual. Al contrario de los demás, no tenían ni el menor rasguño en el cuerpo. Nuestra idea preconcebida de que la muerte debía de haberse producido a consecuencia de un miedo momentáneo, aunque inconsciente, impidió una investigación plena, pero los resultados comprobados de una caída nos indujeron e creer que algo similar podía ocurrir en estos casos, y luego pudimos comprobar que esta sospecha era correcta.
Hace algún tiempo, una noche en que nos dirigíamos a un lejano país en el que teníamos que realizar cierta misión, oímos un grito. Aunque la voz humana sólo puede ser oída en el aire, hay ciertas notas que se escuchan en los reinos espirituales a distancias muchísimo más grandes que las que alcanza la telegrafía inalhámbrica. El grito, sin embargo, era próximo, y llegamos a la escena inmediatamente, pero no lo bastante como para prestar la ayuda requerida. Nos encontramos con un hombre que había resbalado por un terraplén desnudo de toda vegetación, de unos doce pies de ancho, con una superficie completamente lisa, como pudimos comprobarlo después, y sin una grieta siquiera que hubiese servido para meter los dedos. Salvar a ese hombre hubiera significado materializar por lo menos ambas manos y los hombros, pero no había tiempo para eso. En un instante había resbalado hacia el precipicio, y estaba cayendo por el cañón, que bien podría tener varios miles de pies de profundidad.
Impulsado por un puro sentimiento de humanidad, lo seguirnos en su caída, y durante ella observamos el fenómeno que constituye la base de estos párrafos, esto es, que cuando el cuerpo ha alcanzado una velocidad considerable, los éteres que componen el cuerpo vital comienzan a salirse del organismo, y cuando el cuerpo se aplastó contra las rocas del fondo, en una masa informe, quedaba muy poco éter en él. Gradualmente, sin embargo, los éteres componentes se reunieron, reconstituyendo los vehículos sutiles que flotaban sobre el cuerpo aplastado, pero el hombre se encontraba sumido en un sopor y era incapaz de darse cuenta del cambio de situación.
En cuanto nos convencimos de que nada podíamos hacer, continuamos; pero al pensar nuevamente sobre el asunto se nos ocurrió que había ocurrido algo muy poco frecuente y que debíamos establecer si los éteres se quedan atrás en esa forma en todos los que caen y cómo y por qué sucede así. En tiempos pasados esto hubiera sido muy difícil, pero el advenimiento de los aviones ha hecho muchas víctimas. Era, pues relativamente fácil establecer los hechos y ver si cuando un cuerpo adquiere cierta velocidad en la caída, los éteres superiores abandonan el cuerpo físico, dejando a la persona insensible.
Al llegar al suelo el cuerpo queda destrozado, pero la víctima puede recuperar la conciencia cuando el éter se ha reorganizado otra vez. Entonces comienza a sufrir las consecuencias físicas de la caída. Si la caída continúa después que los éteres han abandonado el cuerpo, la creciente velocidad de la caída acaba por desalojar también los éteres inferiores, y el cordón plateado es todo cuanto queda sujeto al cuerpo material. Este cordón se rompe al producirse el impacto contra el suelo, y la simiente atómica pasa entonces por el punto de ruptura, donde por lo común se mantiene.
La observación de estos hechos nos lleva a la conclusión de que la presión atmosférica normal es la que mantiene el cuerpo etérico dentro del cuerpo físico. Cuando nos movemos con una velocidad anormal, la presión queda suspendida en algunas partes del cuerpo, formándose así un vacío parcial, con resultado de que los éteres abandonan el cuerpo y penetran en ese vacío. Los dos éteres superiores, que están menos sujetos y adheridos, son los primeros que desaparecen y dejan a la persona inconsciente después de haber producido, como en un relámpago, el panorama de su vida. Entonces, si continúa la caída, aumentando la presión aérea delante del cuerpo y el vacío detrás, los éteres inferiores, más apegados al cuerpo, también, son impulsados al exterior, y entonces el cuerpo está realmente muerto antes de llegar al suelo.
Cuando un gran proyectil pasa por el aire, crea un vacío detrás debido a su enorme velocidad; y si una persona se encuentra dentro de esa zona de vacío al pasar el proyectil, sufre más o menos, de acuerdo con su naturaleza y su proximidad al centro de succión. Su posición es la inversa de lo que sucede con el que cae, porque en dicho caso la persona está quieta mientras otro cuerpo es el que produce el vacío, permitiendo el escape de los éteres. Si la cantidad de éter desplazada es comparativamente pequeño y sólo está compuesta por los éteres terceros y cuarto, que gobiernan la percepción sensorial y la memoria, probablemente sufrirá sólo una perdida de la memoria y se verá en la imposibilidad de sentir las cosas o de moverse. Esta incapacidad desaparecerá tan pronto como los éteres desplazados se reajusten dentro del cuerpo físico, cosa muy difícil cuando el cuerpo denso sucumbe y la reorganización tiene lugar independientemente de dicho vehículo.

del libro "Principios Ocultos de la Salud y la Curación", de Max Heindel
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