sábado, 30 de enero de 2010

Razones determinantes de la dieta vegetariana - en you tube -


CAPITULO X
CIENCIA DE LA NUTRICIÓN


Razones determinantes de la dieta vegetariana

en you tube, aqui
https://www.youtube.com/watch?v=zIneI3j0AFw

La mayor parte de las gentes creen que una comida sin carne es incompleta, ya que, desde tiempos inmemoriales, se ha considerado axiomático que la carne es el alimento más vigorizador que tenernos. Todos los demás alimentos han sido considerados corno meros accesorios o condimentos para una clase u otra de carne del menú. Nada es más erróneo, porque la ciencia ha demostrado, mediante la experimentación, que invariablemente la nutrición obtenida de los vegetales tiene un poder sustentador mayor, y la razón no es difícil de ver cuando observamos las cosas desde el punto de vista oculto.
Le ley de la asimilación es que ninguna partícula puede entrar a formar parte del cuerpo a menos que sus fuerzas hayan sido completamente vencidas por el espíritu interno, el cual debe ser el que gobierna absolutamente en el cuerpo, como un perfecto autócrata, dominando la vida de las células, pues de lo contrario éstas se marcharían cada una por su lado, como ocurre cuando el Ego se va.
Es evidente que cuanto más oscura sea la conciencia de una célula, tanto mas fácil resultará sobreponerse a ella y tanto más tiempo permanecerá sujeta. Los diferentes reinos tienen distintos vehículos y, por consiguiente, diversa conciencia. El mineral sólo tiene el cuerpo denso, y su conciencia es similar a la de trance profundo. Lo más fácil sería, naturalmente, tomar alimentos del Reino Mineral, porque sus células permanecerían en el cuerpo más largo tiempo, evitándose la necesidad de comer tan a menudo. Pero, por desgracia, el organismo humano vibra con tal intensidad que no puede asimilar las inertes substancias minerales directamente. La sal y otras substancias similares pasan fuera del organismo en seguida, sin haber sido asimiladas; el aire está lleno de nitrógeno, que es el que necesitamos para reparar los desgastes orgánicos, y lo estamos aspirando de continuo, pero no podernos asimilarlo, como tampoco ningún otro mineral, hasta que este ha sido transmutado primeramente en el laboratorio de la Naturaleza: las plantas.
Las plantas tienen un cuerpo vital y otro denso, lo que les permite realizar este trabajó, siendo su conciencia un sueño profundo, sin ensueños. De esta manera le es fácil al Ego vencer a las células vegetales y mantenerlas en sujeción largo tiempo: de ahí el gran poder sustentador de los vegetales.
En los alimentos animales, las células se han individualizado ya mucho más, y como el animal tiene un cuerpo de deseos que le da una naturaleza pasional, es fácil comprender que, al comer carne, es mucho más difícil vencer a esas células, cuya conciencia es similar a la del sueño con ensueños, y, además, esas partículas no permanecerán mucho tiempo sujetas, por cuyo motivo la dieta carnívora exige mayores cantidades y comidas más frecuentes que la dieta vegetal o frugívora. Si diéramos un paso más y comiéramos la carne de animales carnívoros, estaríamos hambrientos continuamente, porque en esos animales las células han alcanzado un alto grado de individualización y tratarán de obtener su libertad mucho más pronto. Que esto es así, lo demuestra bien el caso del lobo, del buitre y del caníbal, cuya hambre es proverbial, y como el hígado humano es pequeño hasta para hacerse cargo adecuadamente de las comidas de carnes corrientes, es evidente que si el caníbal viviera sólo de carne humana en vez de usarla como un bocadillo o golosina, pronto sucumbiría, porque si bien el exceso de carbohidratos, azúcares, almidones y grasas, hace poco daño al organismo siendo exhalados por los pulmones bajo la forma de ácido carbónico gaseoso, o saliendo en forma líquida por los riñones y la piel, un exceso de carne también se queda, pero deja el ponzoñoso ácido úrico. Por lo tanto, ya se reconoce que cuanta menos carne se coma será tanto mejor para nuestro bienestar.
Es natural que deseemos lo mejor como alimento, pero todos los animales llevan en si los venenos de la putrefacción. La sangre venosa está llena de ácido carbónico y otros elementos nocivos al llegar a los riñones y a los poros de la piel, para expelerlos como orina o transpiración. Estas repugnantes substancias se encuentran en todas las partes de la carne, y cuando comemos esos alimentos llenamos nuestro cuerpo con esas toxinas. Muchas enfermedades son debidas al empleo de alimento cuya base es la carne.
También existen pruebas abundantes de que la dieta carnívora estimula la ferocidad. Podemos mencionar la conocida ferocidad de las bestias de presa y la crueldad de los indios americanos, comedores de carne, como ejemplos típicos. Por otra parte, la fortaleza y la docilidad prodigiosas del vacuno, el elefante y el caballo muestran los efectos de la comida herbácea en los animales. Por otro lado, las pacificas y vegetarianas naciones del Oriente son una prueba de la razón que existe contra la comida carnívora, que no tiene defensa.
Tan pronto como adoptamos la dieta vegetariana, escapamos a una de las más serias amenazas a la salud, esto es, la putrefacción de las partículas de carnes incrustadas entre los dientes, siendo éste uno de los mejores argumentos para adoptar la dieta vegetariana. Tanto las frutas como los cereales y los vegetales en general son, por su misma naturaleza, de descomposición muy lenta, y cada partícula contiene una enorme cantidad de éter que la mantiene viva y fresca durante largo tiempo, mientras que el éter que ínter penetra la carne, que componía el cuerpo de un animal, ha desaparecido juntamente con el espíritu que lo animaba, al producirse la muerte. Se ahí que los peligros de la infección con los alimentos vegetales sean muy pequeños en primer término, siendo muchos de ellos antisépticos en alto grado, en vez de venenosos. Esto se aplica particularmente a las frutas cítricas: naranjas, limones, pomelos, limas, etc., por no hablar del rey de los antisépticos, el ananá, que ha sido empleado frecuentemente para curar una de las enfermedades más mortales: la difteria, que no es más que otra denominación para calificar al mal de garganta séptico. Así pues, en vez de emponzoñar el sistema digestivo con los elementos putrefactos de las carnes, las frutas lo limpian y lo purifican, y el ananá es uno de los mejores fermentos digestivos que pueda conocer el ser humano. Es muy superior a la pepsina y no hay que emplear ninguna crueldad feroz para obtenerlo.
Existen doce sales en el cuerpo; son vitales y representan a los doce signos del Zodiaco. Esas sales son indispensables para la formación del cuerpo. No son minerales, como generalmente se supone, sino vegetales. El mineral no tiene cuerpo vital, y sólo merced a este se cumple el proceso de la asimilación. Por lo tanto, tenemos que obtener esas sales del Reino Vegetal.
Los médicos dicen que así lo hacen, pero no se dan cuenta de que el fuego que utilizan en el proceso expulsa y destruye el cuerpo vital de las plantas, de la misma manera que la cremación deja solamente las cenizas o parte mineral de nuestros cuerpos. Por lo tanto, si queremos renovar el suministro de cualquier sal en nuestro cuerpo, es necesario que la obtengamos de las plantas crudas. Así es como deben administrarse a los enfermos.
Sin embargo, no debemos saltar a la conclusión de que todos deben dejar de comer carne y dedicarse a comer vegetales crudos. En nuestro estado actual de la evolución son muy pocos los que pueden hacerlo. Tenemos que cuidarnos de no elevar demasiado rápidamente las vibraciones del cuerpo, porque para poder continuar nuestro trabajo en las condiciones actuales, tenemos que tener un cuerpo apropiado para las tareas que debamos llevar a cabo. Es necesario que tengamos siempre presente este pensamiento.
En el cráneo, en la base de cerebro, existe una llama. Arde continuamente en la médula oblongada, en la cabeza de la médula espinal, y como el fuego del altar del tabernáculo, es de origen divino. Este fuego emite un sonido como el zumbido de una abeja, el cual constituye la nota clave del cuerpo físico, tal como lo hace resonar el arquetipo. Es él el que construye y sementa las masas de células que conocemos como “nuestro cuerpo”.
Este fuego arde con llama alta o baja, clara u opaca, según como lo alimentemos. El fuego existe en toda la Naturaleza, con excepción del Reino Mineral. El mineral no tiene cuerpo vital y carece, por lo tanto, de la avenida o conductor para el ingreso del espíritu viviente, el fuego. Este fuego lo renovamos parcialmente con las fuerzas del Sol, que penetran en el cuerpo vital a través de la contraparte etérica del bazo, pasando de allí al Plexo Solar, donde se colorea, dirigiéndose luego hacia arriba por la sangre. También alimentamos ese fuego con el Fuego viviente que absorbemos de los alimentos crudos que comemos y asimilamos.
Contemplando la cuestión del régimen carnívoro desde el punto de vista ético, vemos que el hecho de matar para comer va en contra de nuestros más elevados sentimientos y conceptos. En los tiempos antiguos el hombre salía a cazar como cualquier animal de presa, insensible y rudo. Actualmente su caza la realiza en la carnicería, donde no tiene que soportar ninguna de las escenas repulsivas y vergonzosas del matadero. Si tuviera que ir a esos lugares sangrientos, donde todos los días se cometen horrores para poder satisfacer sus costumbres anormales y dañinas, que causan muchísimas más víctimas que su sed de alcohol; si tuviera que manejar el cuchillo y hundirlo en las carnes palpitantes de sus víctimas, ¿cuánta carne comería? Muy poca. Pero para rehuir este trabajo repugnante, obligamos a nuestros semejantes a trabajar en los sangrientos corrales de abasto, matando millares de animales días tras día los brutalizamos a tal punto que las leyes no le permiten formar parte de los jurados en casos capitales, porque ha perdido todo sentimiento con respecto a la vida.
Los animales que matamos también elevan su grito de protesta contra este asesinato, y se forma una nube de horror y odio sobre las grandes ciudades donde existen mataderos. La ley protege a los perros y a los gatos contra las crueldades. Todos nos alegramos de que las pequeñas ardillas en los parques de las ciudades vengan a nosotros a tomar las golosinas que les ofrecemos en nuestra propia mano; pero tan pronto como hay dinero en la carne o la piel de un animal, el ser humano pierde todo respeto por su vida y se convierte en el ser más peligroso de la tierra, alimentándolos y criándolos para ganar dinero, imponiendo sufrimientos y tormentos sobre los demás, sus propios semejantes, para amontonar oro. Tenemos una deuda terrible que pagar con las criaturas inferiores, cuyos instructores deberíamos haber sido, pero de los cuales nos hemos convertido en asesinos, y la buena ley que siempre obra para corregir los abusos, a su debido tiempo relegará el hábito de comer animales muertos, como actualmente ha relegado el canibalismo al montón de las cosas idas.
Está en la naturaleza de los animales de presa el comerse a cualquier otro animal que se les ponga en el camino, y sus órganos están constituidos en tal forma que necesita esa clase de alimento para subsistir; pero todo está en pleno desenvolvimiento y transformación y siempre va metamorfoseándose en algo superior. El ser humano, en sus primeras etapas de desarrollo, era también como los animales de presa en muchos sentidos. Sin embargo,
debe convertirse en un Dios y, por lo tanto, dejar de destruir en algún tiempo, para poder comenzar a crear. El régimen carnívoro ha estimulado el ingenio humano de orden inferior en el pasado; ha servido su objetivo en la Evolución; pero ahora estamos en el umbral de una nueva Edad, en la que el servicio y el sacrificio abnegados producirán el crecimiento espiritual de la humanidad. La evolución de la mente producirá una Sabiduría muy por encima de nuestras más grandiosas concepciones actuales; pero antes que se nos pueda conferir esa sabiduría con seguridad, tenemos que volvernos tan inofensivos corno palomas, pues de lo contrario existiría el riesgo de que la utilizáramos con fines egoístas y destructivos, lo que seria una gravísima amenaza para nuestros semejantes. A fin de evitar tal contingencia, es necesario adoptar la dieta vegetariana.
Se nos ha enseñado que no existe otra vida en el Universo que la vida de Dios; que en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser; que Su Vida lo anima todo, por lo que no es difícil comprender que tan pronto como quitamos la vida a otro estamos destruyendo la forma creada por Dios para Su manifestación. Los animales inferiores son espíritus en evolución y tienen sensibilidad. Su deseo de experiencia es lo que les hace construir sus varias formas; y cuando se las quitamos, los privamos de la oportunidad de obtener esa experiencia. Obstaculizamos su evolución en vez de ayudarlos, y pronto llegará el día en que sintamos una profunda repugnancia ante el mero pensamiento de convertir nuestros estómagos en el cementerio de los cadáveres de los animales asesinados. Todos los verdaderos cristianos se abstendrán de comer carne por pura compasión y comprenderán que toda vida es la Vida de Dios y que es un pecado causar sufrimiento a cualquier ser sensible.
En muchos lugares de la Biblia se habla de “carne”, aunque es evidente que no se refiere a la carne material. En el capitulo del Génesis donde se asigna al ser humano por primera vez su alimento, se le dice que comerá de todo árbol y de toda hierba que lleve simiente, "y será para ti como carne". Las personas mas evolucionadas de todos los tiempos se han abstenido totalmente de comer carne. Vemos, por ejemplo, en Daniel, que era un santo y un sabio, como rogaba que no se le hiciera comer carne, pidiendo que a el y a sus compañeros se les dieran legumbres. También se habla de los hijos de Israel en el desierto, diciendo que sentían el ansia de comer carne, y que su Dios se irrito contra ellos por tal razón.
Hay un motivo esotérico en el significado de alimentar a la multitud con pescado; pero si nos limitamos al punto de vista estrictamente material, podemos resumir todos los puntos ya mencionados reiterando que llegará el tiempo en que nos será imposible comer carne o pescado, de la misma manera que ya hemos sobrepasado la etapa del canibalismo. Sean cuales fueren las tolerancias que se hayan permitido en el bárbaro pasado, todas ellas desaparecerán en el futuro altruista, en que una sensibilidad más refinada habrá despertado en nosotros un sentido profundo de los horrores que implican nuestros gustos carnívoros.

del libro "Principios Ocultos de la Salud y la Curación", de Max Heindel

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