viernes, 29 de enero de 2010

Obsesión - en you tube -


CAPITULO V
CAUSAS ESPECÍFICAS DE LA ENFERMEDAD

La obsesión es un estado en el que un espíritu desencarnado ha tomado posesión permanente del cuerpo de alguien, a quien ha despojado del mismo. Sin embargo, algunas veces, ciertas personas adictas a la bebida u otros vicios peores, tratan de excusarse so pretexto de que están obsesionadas. Cada vez que alguien presenta esa excusa, puede uno estar casi seguro de que no es más que una excusa, porque el ladrón que ha robado algo no sale gritándole a todo el mundo que ha robado, y una entidad que esté obsesionando a otro, tampoco lo haría, porque en verdad esa entidad no se preocupa absolutamente de aquel a quien ha despojado, y por lo tanto no hay razón alguna para que lo proclame y corra el riesgo de ser exorcizada.
Existe un medio infalible para determinar si una persona está realmente obsesa, mediante el diagnóstico del ojo. Los ojos son las ventanas del alma, y sólo el verdadero propietario del cuerpo es capaz de contraer o dilatar el iris o pupila del ojo, de manera que si tomamos una persona que asegure estar obsesa o que creamos lo esté, y la llevamos a una habitación oscura, si realmente está obsesa, su pupila no se expandirá. Tampoco se contraerá cuando la expongamos al Sol, ni se dilatará cuando le pidamos que mire un objeto lejano o contraerá cuando le hagamos leer tipos de imprenta pequeños. En una palabra, en esos casos la pupila no responderá ni a la luz ni a la distancia. Sin embargo, hay que tener presente que existe cierta enfermedad llamada ataxia locomotriz, en la que el iris no responde a la distancia pero sí responde a la luz.
Todos los que mantienen una actitud mental positiva no pueden ser obsesos, porque mientras afirmamos nuestra propia individualidad, ella es bastante fuerte cono para alejar todos los extraños. Pero en las sesiones espiritistas en las que los asistentes se ponen en estado de ánimo negativo, siempre existe un gran peligro. La mejor manera de evitar ser obseso es mantener una actitud positiva, y todas las personas que tienen tendencia a la negatividad deberían evitar las sesiones espiritistas, la contemplación de la bola de cristal y todos los demás métodos de evocar los espíritus. Estas prácticas de todos modos son malas, pues los que se han ido tienen su trabajo que hacer allí y no se debe tratar de traerles de vuelta acá.
En el momento de la muerte, cuando la simiente atómica que se encuentra en el corazón y que contiene todas las experiencias de la vida pasada en forma panorámica, se libera, el espíritu abandona el cuerpo físico llevándose consigo todos los cuerpos sutiles. Entonces queda como flotando sobre el cuerpo material muerto, desde unas cuantas horas hasta tres días y medio. El factor que determina este periodo es el vigor del cuerpo vital, el vehículo que constituye el cuerpo anímico de que se habla en la Biblia. Entonces se presenta una reproducción pictórica de la vida, un panorama en orden invertido, de la muerte al nacimiento, y esas imágenes se graban en el cuerpo de deseos por intermedio del éter reflector del cuerpo vital. Durante este tiempo la conciencia del espíritu está concentrada en el cuerpo vital, o, por lo menos, debe estarlo, y, por lo tanto, no experimenta sentimiento alguno acerca le la materia. El panorama que se imprime en el vehículo de la sensación y de la emotividad, el cuerpo de deseos, es la base del sufrimiento subsiguiente en la vida del Purgatorio ocasionada por las malas obras, y del goce que se siente en el Primer Cielo, como resultado de las buenas obras llevadas a cabo en la vida que ha expirado.
Las investigaciones realizadas en los últimos años han revelado el hecho adicional de que existe otro proceso que se produce en esos días importantes que siguen a la muerte. En el cuerpo vital se produce una separación similar a la que causa la “iniciación”, de tal manera que la parte de ese vehículo que puede llamarse “alma” se une con los vehículos superiores y constituye así la base de la conciencia en los Mundos Invisibles, después de la muerte. La parte inferior, que queda descartada, en la gran mayoría de los casos, vuelve al cuerpo físico y queda flotando sobre la tumba del mismo, en la forma indicada en el "Concepto Rosacruz del Cosmos". Esta división del cuerpo vital no es la misma en todas las personas, sino que depende de la naturaleza de la vida que se ha llevado y del carácter de la persona que ha muerto. En casos extremos esta división varía muchísimo de lo normal. Este punto, muy importante, se pudo poner en claro en muchos casos de supuestas obsesiones que fueron investigadas en nuestra sede. En realidad, esos casos fueron los que permitieron los descubrimientos tan notables y trascendentales, producidos por nuestras más recientes investigaciones acerca de la naturaleza de la obsesión que sufrían las personas que nos consultaban. Como podía esperarse, por supuesto, la división en estos casos demostraba una preponderancia del mal, y entonces hicimos muchos esfuerzos para descubrir si no existía otra clase de personas en las que se produjera una división diferente, con preponderancia del bien. Con gran placer pudimos observar que así era, y después de considerar todos los hechos descubiertos, comparándolos uno con otros, creemos poder dar como correcta la siguiente descripción y sus razones:
El cuerpo vital tiende a construir y formar el físico, mientras que nuestros deseos y emociones lo destruyen. Esta lucha entre el cuerpo vital y el cuerpo de deseos es lo que produce la conciencia en el Mundo Físico y la que endurece los tejidos, de manera que el suave cuerpo del niño se va endureciendo gradualmente, y arrugándose en la vejez, a la que sigue la muerte. La mortalidad o Inmortalidad de nuestros deseos y emociones actúa de manera similar en el cuerpo vital. Cuando los impulsos que nos guían están constituidos por la devoción a elevados ideales; cuando la naturaleza devocional ha tenido plena libertad de expresarse años y años, y con la mayor frecuencia posible; especialmente cuando todo esto se ha realizado mediante la práctica de ejercicios científicos de retrospección y concentración, van disminuyendo gradualmente los éteres químico y vital, desvaneciéndose los apetitos animales y aumentando la cantidad de los éteres lumínico y reflector, que ocupan el lugar de aquéllos. Como resultado de esto, la salud de esas personas no es tan buena como la de quienes viven una vida inferior, que a su vez atrae a los éteres químico y vital en proporción a la extensión de sus vicios, con exclusión parcial o total de los dos éteres superiores.
De este hecho se derivan algunas consecuencias sumamente importantes en relación con la muerte. Como el éter químico es el que cementa las moléculas del cuerpo en sus lugares respectivos y las mantiene allí durante la vida, cuando sólo existe un mínimo de este material, la desintegración del cuerpo físico, después de la muerte, tiene que ser muy rápida. Nos ha sido imposible comprobar esto personalmente, debido a la dificultad de encontrar personas de alta espiritualidad que hayan muerto recientemente pero parece que debe de ser así por lo que se dice en la Biblia: que el cuerpo de Cristo no fue encontrado en la tumba cuando el pueblo vino a buscarlo. Corno ya hemos dicho antes en relación con este asunto, el Cristo espiritualizó el cuerpo de Jesús tan intensamente lo puso tan vibrante, que era casi imposible mantener las diferentes partículas en su lugar durante Su ministerio. Según dijimos, una vida mundana aumenta la proporción de los éteres inferiores en el cuerpo vital, en perjuicio de los superiores. Si además de llevar lo que se llama una "vida sana", se evitan todos los excesos, la salud durante la vida física será más perfecta que la del aspirante a la vida superior, porque la actitud de este último con respecto a la vida forma un cuerpo vital compuesto principalmente por los éteres superiores. Él ama “el pan de la Vida” más que el sustentó físico, y, por consiguiente, su cuerpo físico se va sensibilizando intensamente, llegando a un estado de sensibilidad delicada y nerviosa que favorece grandemente sus objetivos espirituales, pero que es muy duro de soportar desde el punto de vista material.
En la mayoría de los seres humanos existe tal preponderancia al egoísmo y un deseo tan vehemente de sacar el mayor partido posible de la vida, que se encuentran siempre ocupados, bien manteniendo al lobo fuera de la puerta o bien acumulando bienes y cuidándolos. De ahí que tengan poca o ninguna inclinación a ocuparse de la cultura del alma, tan necesaria para el verdadero éxito en la vida.
Por lo tanto, es tan poco lo que persiste después de cada vida de la mayoría de los seres humanos, y la evolución resulta tan terriblemente lenta, que hasta que uno sea capaz de contemplar la muerte desde las más elevadas regiones del Mundo Mental Concreto, mirando, por así decirlo, hacia abajo, parecería que en realidad nada se salva de ese cuerpo vital. Este cuerpo parece como si volviera completo al cuerpo físico, para flotar sobre la tumba, desintegrándose simultáneamente con aquél. Pero, en puridad de verdad, una parte siempre creciente se adhiere a los vehículos superiores y va con ellos al Mundo del Deseo, para servir de base a la conciencia allí, subsistiendo a lo largo de la vida en el Purgatorio y el Cielo, y durando generalmente hasta que el ser humano penetra en el segundo cielo y se une allí con las fuerzas naturales en sus esfuerzos por crearse un nuevo medio circundante. Para ese tiempo ha sido ya absorbido por el espíritu, o casi, y pronto se disuelve y desaparece lo que pudiera quedar de naturaleza material.
Pero existen algunas personas que son de naturaleza tan malvada, que realmente disfrutan de una vida gastada en vicios y prácticas degeneradas, en una vida brutal, que se goza en infligir sufrimientos. Y algunas veces hasta cultivan las artes ocultas con propósitos malévolos, para tener un dominio mayor sobre sus victimas. Entonces, sus prácticas inmorales y feroces endurecen terriblemente su cuerpo vital.
En esos casos extremos en que la naturaleza animal ha predominado absolutamente, en que no ha existido en realidad expresión anímica en la vida terrenal precedente, no puede producirse la división de que estamos hablando al morir, porque no existe tal línea divisoria. En esos casos, si el cuerpo vital retornara al cuerpo denso, para desintegrare allí gradualmente, el efecto de una vida tan maligna no seria tan trascendental, pero, por desgracia, en esos casos se produce una unión tan fuerte entre el cuerpo vital y el de deseos, que impide toda separación. Ya hemos visto que cuando un ser humano vive mayormente en su naturaleza superior, sus vehículos espirituales se nutren en detrimento de los inferiores. Inversamente, cuando su conciencia está centralizada en sus vehículos inferiores, los fortifica en forma extraordinaria. Debemos comprender, además, que la vida del cuerpo de deseos no termina con la partida del espíritu, sino que conserva como un residuo de vida y de conciencia. El cuerpo vital también puede sentir las cosas en pequeña medida, durante unos cuantos días después de la muerte en casos ordinarios (y de ahí el sufrimiento que causa el embalsamamiento, las autopsias, etc., que se hagan inmediatamente después de la muerte), pero cuando una vida degradada ha endurecido el cuerpo vital y le ha dado gran fortaleza, se ase a la vida tenazmente y tiene el poder de alimentarse con el olor de los alimentos o de los licores. Y algunas veces, como parásito, puede vampirizar a las personas con quienes se ponga en contacto.
De esta manera, una persona malvada puede vivir durante muchísimos años, invisiblemente, a nuestro lado mismo, tan cerca de nosotros o más que nuestras manos y nuestros pies. Esa persona es muchísimo más peligrosa que el criminal físico, porque puede inducir a otros a realizar practicas criminales o degeneradas, como ella misma lo hacia, sin temer que la descubren ni que la Ley pueda castigarla.
Esos seres son, por lo tanto, una de las más grandes amenazas a la sociedad que puedan imaginarse. Han enviado innumerables victimas a las prisiones, deshecho incontables hogares y dado nacimiento a increíble suma de infortunios. Siempre abandonan a sus victimas cuando estas caen en las garras de la ley y se ufanan de su sufrimiento y angustia, todo lo cual forma parte de sus planes malvados. Cuando uno estudia la Memoria de la Naturaleza, se queda pasmado de ver como predominaba este estado de identificación entre el cuerpo vital y de deseos en los siglos y hasta en los milenios pasados. Comprendemos, por supuesto, de una manera abstracta, que cuanto más retrocedamos en la historia de la humanidad, tanto mas salvaje la encontrarnos, pero el hecho de que en nuestros propios tiempos históricos este salvajismo haya llegado a ser tan común y tan brutal, y que el poder fuera el derecho y la ley sin discusión, fue en realidad un choque terrible para el autor. Se ha dicho que el egoísmo y el deseo fueron intensificados a propósito, durante el régimen de Jehová (Yejová), para dar un incentivo a la acción, lo cual, en el curso del tiempo, endureció en tal forma el cuerpo de deseos, que cuando se produjo el advenimiento del Cristo casi no existía la vida celestial para las personas que vivían entonces.
Los espíritus materialistas, apegados a la Tierra, tales cómo los mencionados, gravitan en las regiones inferiores del Mundo del Deseo que ínter penetra el éter y están en constante y estrecho contacto con las personas que en la tierra se encuentran en situación más favorable para ayudarlos en sus propósitos perversos. Generalmente permanecen en ese estado de adherencia terrenal durante cincuenta, sesenta o setenta años, pero hay casos extremos en que han podido permanecer así durante siglos enteros.
Cuando el espíritu ha abandonado el Cuerpo del Pecado, como llamamos a este cuerpo en contraste con el cuerpo anímico, para ascender al segundo cielo, no se desintegra tan rápidamente como el cascarón ordinario que dejan las demás personas, porque su conciencia ha sido aumentada por su composición dual; esto es, que estando compuesto por un cuerpo vital y de deseos, tiene una conciencia personal muy notable. No puede razonar, pero posee una astucia que la hace parecer como si estuviera realmente dotada de una presencia espiritual, de un ego, lo que le puede permitir una vida separada durante muchos siglos. El espíritu que ha partido entretanto, entra en el Segundo Cielo; pero, no habiendo hecho nada en la Tierra que desee o merezca una estada prolongada allí o en el Tercer Cielo, se queda sólo lo suficiente como para crearse un nuevo ambiente circundante para sí mismo y renace mucho más pronto de lo usual, para satisfacer su ansia de cosas materiales, que tanto lo atraen.
Cuando el espíritu retorna a la Tierra, este cuerpo de pecado se siente atraído naturalmente hacia el, permanece con él toda la vida como un demonio. Las investigaciones efectuadas han demostrado que estos seres sin alma eran muy numerosos en los tiempos bíblicos, y era a ellos a quienes nuestro Salvador se refería al hablar de los demonios, puesto que eran la causa de las distintas obsesiones y de las enfermedades corporales que describe la Biblia.
Además de las entidades ya mencionadas, que moran en un cuerpo de pecado hecho por ellas mismas y que sufren así enteramente el resultado de sus propias obras en el periodo de expiación, encontramos otras dos clases que eran parecidas en ciertos aspectos, pero diferentes en otros. Además de las jerarquías Divinas y las cuatro oleadas de Vida, cuyos espíritus están actualmente evolucionando en el Mundo Físico, en el Reino Mineral, Vegetal, Animal y Humano, existen otras oleadas de vida que se expresan en los varios Mundos Invisibles. Entre ellos existen ciertas clases de espíritus subhumanos, que se llaman elementales. A veces ocurre que uno de estos elementales toma posesión del cuerpo de pecado de algún salvaje y agrega así su propia inteligencia al conjunto. Al renacer el espíritu que creó ese cuerpo de pecado, la atracción natural los pone juntos otra vez; pero, debido el hecho de que el elemental anima ahora a ese cuerpo de pecado, el espíritu es muy distinto del de los demás miembros de la tribu de salvajes, y entonces los encontramos actuando como médicos, hechiceros o algo parecido. Estos espíritus elementales que animan a los cuerpos de pecado de los indios, también pueden actuar sobre los médium como espíritus controladores, y una vez que han obtenido poder sobre el médium durante su vida, cuando éste muere, esos elementales lo expulsan de los vehículos que encierran la experiencia de su vida. De esta manera el médium puede verse rezagado en su Evolución durante edades enteras, porque no hay poder alguno que pueda compeler a esos espíritus a abandonar un cuerpo de esa clase, una vez que se han apoderado de él. Por consiguiente, aunque la mediumnidad parezca no producir malos efectos en una sola vida, siempre existe un gravísimo peligro para la persona que ha permitido a otra tomar posesión de su cuerpo, al morir.

del libro "Principios Ocultos de la Salud y la Curación", de Max Heindel

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