lunes, 1 de febrero de 2010

CUIDADOS DEBIDOS A LOS MUERTOS - en you tube -


CAPITULO XXIV
CUIDADOS DEBIDOS A LOS MUERTOS

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EL cuerpo vital es el vehículo de la percepción sensorial. Como este permanece con el cuerpo de sensación (el de deseos) y el cordón etérico los conecta entre sí y el cuerpo denso ya abandonado, es evidente que hasta que dicho cordón se rompa, siempre existirá cierta suma de sensación, que experimentará el Ego cada vez que se moleste a su cuerpo. Es así como se le inflinge un sufrimiento cuando se le extrae la sangre o se le inyectan fluidos para embalsamarlo, o cuando se abre el cuerpo para la autopsia, o si se lo crema.
El autor conoce un caso en que un cirujano cortó tres dedos de los pies a una persona, bajo la influencia de un anestésico. Entonces arrojó los tres dedos cortados en un fuego de carbón muy vivo, y el paciente comenzó a gritar en seguida, porque la rápida desintegración de los dedos materiales causó una desintegración igualmente rápida de los dedos etéricos que estaban conectados con los vehículos superiores. De la misma manera, cualquier otra molestia afectará el espíritu desencarnado, si se hace algo entre desde unas pocas horas hasta tres días y medio después de la muerte. Desde entonces queda rota toda conexión con el cuerpo y éste comienza a descomponerse.
Por lo tanto, hay que tener mucho cuidado de no ocasionar molestias al espíritu que acaba de partir con esas manipulaciones. La quietud y la oración son de gran beneficio en esos momentos, y si realmente amamos al alma que acaba de partir, nos haremos acreedores a su gratitud siguiendo las instrucciones dadas más arriba.
También debemos decir algo con respecto al tratamiento de las personas agonizantes, a quienes se les ocasiona, en muchos casos, un sufrimiento indecible debido al erróneo afecto de sus amigos. Se ocasionan más sufrimientos a los agonizantes por suministrarles estimulantes que de cualquier otra manera que se pueda concebir. No es difícil salir del cuerpo; pero los estimulantes tienen el efecto de volver nuevamente al Ego que parte, a su cuerpo, con la fuerza de una catapulta, para que experimente nuevamente los sufrimientos de los que estaba ya librado. Las almas de los fallecidos se han quejado muchas veces a los investigadores, y una de ellas dijo que jamás había sufrido tanto en toda su vida como se le hizo sufrir en las horas en que se la mantuvo agonizando de esa manera. Cuando se ha comprobado que el fin es inevitable, lo que hay que hacer es dejar que la Naturaleza siga su curso.
Otra gravísima falta contra el espíritu que parte es dar rienda libre al llanto y las lamentaciones cerca de la cámara mortuoria. Desde el momento de su liberación hasta unos cuantos días después, el Ego está ocupado en una cosa de la mayor importancia; una gran parte del valor de la pasada vida depende de la atención qué le dé el espíritu que se va. Si lo distraen los sollozos y las lamentaciones de sus seres queridos, perderá mucho; pero si se lo fortalece con la oración y el silencio, se le evitarán muchos sufrimientos. Nunca somos tan hermanos y protectores de nuestro hermano como cuando este pasa por su Getsemaní, y ese momento nos brinda la mayor de nuestras oportunidades para servirle y amontonar tesoros para nosotros mismos en el cielo.
Henos estudiado los fenómenos del nacimiento y creado una Ciencia del Nacimiento. Tenemos obstétricos y enfermeras muy prácticas para atender de la mejor manera posible tanto a la madre como al niño, para que se sientan bien; pero, desgraciadamente, carecemos todavía de una Ciencia de la Muerte. Cuando va a llegar un niño al mundo, ponemos a contribución nuestras más inteligentes atenciones; pero cuando un amigo de toda la vida está por dejarnos, nos quedamos paralizados, sin saber que hacer, sin saber cómo ayudarlo o, lo que es peor, causándole grandes sufrimientos en vez de prestarle auxilio.
Ya hemos dicho que el cuerpo vital es el depósito tanto de la memoria consciente como de la inconsciente. En el cuerpo vital queda grabado indeleblemente todo acto y experiencia de la vida pasada, como si fuera un panorama fotográfico. Cuando el Ego lo ha retirado del cuerpo denso, toda la vida., tal como ha quedado registrada en la memoria subconsciente, queda abierta ante la visión de la mente. El retiro parcial del cuerpo vital de una persona que se está ahogando es lo que le hace ver toda su vida pasada; pero entonces es algo así como en un relámpago que precede al periodo de inconsciencia: el cordón plateado permanece intacto, pues de lo contrario no se podría resucitar. En el caso de un espíritu que muere, el movimiento es más lento. El ser humano permanece cono espectador mientras los cuadros se suceden unos a otros retrospectivamente, desde la muerte al nacimiento, de tal manera que primero contempla los acontecimientos inmediatamente anteriores a su muerte, retrocediendo por sus años de madurez, juventud, niñez, infancia, hasta terminar con el nacimiento. El ser humano, en esos momentos, no tiene ninguna sensación con respecto a los mismos, pues el objeto es que se grave bien en el cuerpo de deseos, que es el cuerpo de sensación, y de esa impresión surgirán los sentimientos cuando el Ego penetra en el Mundo del Deseos, aunque debemos notar aquí que la intensidad de esos sentimientos depende de cuanto tiempo de haya empleado en el proceso de su grabación y de la atención que haya prestado el ser humano a ello. Si se lo ha dejado tranquilo durante un largo período, se producirá una grabación muy nítida en el cuerpo de deseos; sentirá más agudamente en el Purgatorio todo el mal que haya hecho y será más abundantemente fortalecido en sus buenas cualidades en el Cielo, y aunque la experiencia misma se pierda en las vidas futuras, quedarán los sentimientos, como “la pequeña voz insonora”. Cuando esos sentimientos se hayan arraigado fuertemente en el cuerpo de deseos del Ego, esta voz hablará en términos claros y terminantes. Y le impulsará decididamente a desistir de todo lo que le causó dolor en la vida pasada, compeliéndole a someterse a todo lo bueno. Por consiguiente, el panorama pasa retrospectivamente, de manera que el Ego ve primero los efectos y luego las causas que los provocaron.
Cuando se entierra el cuerpo, el cuerpo vital se desintegra lentamente, al mismo tiempo que el denso; así que, por ejemplo, si un brazo se ha podrido en la tumba, el brazo etérico del cuerpo vital que flota sobre la sepultura también desaparece, y así sucesivamente hasta que todos los vestigios del cuerpo han desaparecido. Pero si se efectúa la cremación, entonces el cuerpo etérico se desintegra inmediatamente, y como él constituye el depósito de las imágenes de la vida pasada, que se están grabando en el cuerpo de deseos para formar la base de la vida en el Purgatorio y en el Primer Cielo, sería una gran desgracia que la cremación se realice antes que pasen tres días y medio. A menos que se le prestara algún auxilio especial, el espíritu que parte no podría mantenerlo intacto. Y esa es una parte de la tarea que realizan los auxiliares invisibles de la humanidad. Algunas veces son ayudados por los espíritus de la Naturaleza y otros señalados por las Jerarquías Creadoras que dirigen a la humanidad. También se produce una perdida cuando el cuerpo es cremado antes que el cordón plateado se haya roto naturalmente, porque la grabación en el cuerpo de deseos nunca es tan profunda como debió haber sido, lo cual ejercerá su efecto en las vidas posteriores, porque cuanto más profunda sea la grabación de la vida pasada en el cuerpo de deseos, tanto mayores serán los sufrimientos por el mal cometido, en el Purgatorio, y tanto mayor el goce en el Primer Cielo, resultante de las buenas acciones de la vida pasada. Estos sufrimientos y goces de nuestras pasadas vidas son los que llamamos conciencia, de manera que lo que perdemos en sufrimiento también lo perdemos en comprender el error que nos refrenaría en las vidas futuras y nos impediría incurrir en las mismas equivocaciones otra vez. Por consiguiente, los efectos de la cremación prematura son de gran alcance.
En cuanto a lo que determina la duración del panorama, debemos recordar que lo establece el colapso del cuerpo vital, que obliga a los vehículos superiores a retirarse; de manera que, después de la muerte, cuando el cuerpo vital sufre el colapso, el Ego tiene que retirarse y el panorama termina. La duración del panorama depende, pues, del tiempo que una persona sea capaz de mantenerse despierta cuando llega el caso. Algunas personas solo pueden permanecer despiertas varias horas, otras pueden aguantar varios días dependiendo todo del vigor de su cuerpo vital.
Cuando el Ego ha abandonado el cuerpo vital, este último se siente atraído por el cuerpo denso y permanece flotando sobre la tumba, descomponiéndose simultáneamente con aquel. Es un espectáculo desagradable el que se ofrece al clarividente cuando tiene que pasar por un cementerio y contemplar todos esos cuerpos vitales en descomposición, que indican el estado en que se encuentran los respectivos cuerpos enterrados. Si hubiera más clarividentes, la incineración se adoptaría en seguida como medida de precaución para nuestros sentimientos, ya que no por razones sanitarias.
Conforme el interés y la creencia en una vida después de la muerte se vaya haciendo más universal, se hará sentir más y más la necesidad de buscar algún sistema científico para ayudar a los que se van, y entonces tendremos enfermeros, médicos y ministros bien versados en la ciencia de la muerte, así como ahora los tenemos para atender el nacimiento. El espíritu se encontrará entonces rodeado de amor y paz al tiempo de morir. Y también obtendrá una grabación más profunda y clara, lo que le permitirá comenzar el trabajo de su vida en su nuevo estado.

del libro "Principios Ocultos de la Salud y la Curación", de Max Heindel

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